sábado, 20 de septiembre de 2008

Palabras perdidas

Esa noche, como cada noche, mi autor entro al Café en donde la conoció. Se sentó junto a la ventana, abrió su notebook y, mientras miraba ansioso los cuerpos que pasaban, entraban y salían del lugar, comenzo a darme vida. Lautaro busca, entre las miles de palabras que se amontonan como hormigas en una tormenta, señales de vida de una mujer. Así cada día, luego de su trabajo, de sus obligaciones cotidianas, toma su pastillita para dormir, y, mientras los químicos trabajan en su cabeza, en un estado semi vegetativo, Lautaro recuerda y escribe. Historias, poemas, canciones, letras, que cual barcos en el triángulo de las Bermudas no llegan a ningún destino.
De vez en cuando alguien le habla, le pide fuego o le pregunta la hora. A veces responde, a veces no. En su delirio de cada noche mi autor se pone un traje distinto, o busca volverse idéntico. Piensa que así quizá si, ella aparezca como quién va a tomarse un cafecito y se siente justo en esa mesa. Quizá entonces lo reconozca y lo salude. Entonces podrían comentar el último disco que escucharon o la situación política en Bolivia...
También lee, palabras que lo hacen sentirla un poco más cerca, sus cartas, los libros que ella solía leer, los libros que le regalo y que nunca termino de leer.
Ahora levanta la mirada y adivina su silueta, su corazón se acelera, tiembla su pulso. Pero no. Son sombras nada más. Y cada nuevo oasis que cree adivinar lo devuelve al desierto mas desolado que antes. Siente el filo del borde entre la razón y la locura y se promete a el mismo no volver. Se pregunta cuando, como terminara de escribir este testamento. Y mientras la luz del último cigarrillo de la noche comienza a consumirse y el efecto somnífero llega, comienza el regreso a su casa. Y camino a la cama se despide de mi, que terminaré mañana mi breve vida de historia en la papelera de reciclaje.

2 comentarios:

Ojaral dijo...

Hermoso relato. Muy bien escrito, además. Tan lleno de imágenes y metáforas que parece cargado de sentido. Admiro esa ambigüedad y el modo en que lo resolviste. Un gusto pasar por acá.
Saludos.

Marina! dijo...

Gracias, che. El gusto es mio. Tu visita y tu comentario me llenan de orgullo y alegria.
A mi también me gusto escribirlo y leerlo.
Saludos.