Por más que una tenga la sensación térmica de 45° a la sombra y le den ganas de tirarse adentro de todas las fuentes que se cruzan por el camino.
Por más que la burocracia de Baradel nos mande a una patota con pecheras a pegarnos para acallar las voces de los que no piensan igual que ellos en el sindicato.
Por más que el sol se decida a perforar mi cabeza como una espada invencible.
La plata es linda igual, porque sus paredes hablan en cada esquina. Y Julio López se pasea por cada rincón.
Las paredes te hacen preguntas….
Y reflexionan…
Por eso me gusta caminar por La Plata charlando con sus paredes.
1 comentario:
supongo que a nada. a nada nos tenemos que acostumbrar.besos, Marina!
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