Entonces sucede
que una noche cualquiera
deja de ser cualquiera
para ser
La noche en que
afilaste tus palabras
y me las enterraste
hasta convertirme
en mosca
en sapo
muerto
Y una mañana cualquiera
me pregunto
porque
y solo encuentro
silencio.
1 comentario:
Nadie es dueño de las palabras de los otros. Pero sí del dolor que esas palabras nos producen. Terrible tu poema, mi vida. Un corazón que se desangra. Cuideló, que tiene muchos años por delante.
Besos!
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