miércoles, 17 de agosto de 2011

Brindando con el enemigo



"Esa noche se escucharon fuertes carcajadas y canciones desde la casa. El sonido de las voces entremezcladas despertó repentinamente la curiosidad de los animales. ¿Qué podía estar sucediendo allí, ahora que, por primera vez, animales y seres humanos estaban reunidos en igualdad de condiciones? De común acuerdo se arrastraron en el mayor silencio hasta el jardín de la casa.
En la entrada se detuvieron, un poco asustados, pero Clover avanzó resueltamente y los demás la siguieron. Fueron de puntillas hasta la casa, y los animales de mayor estatura espiaron por la ventana del comedor. Allí, alrededor de una larga mesa, estaban sentados media docena de granjeros y media docena de los cerdos más eminentes, ocupando Napoleón el sitial de honor en la cabecera. Los cerdos parecían encontrarse en las sillas completamente a sus anchas. El grupo estaba jugando una partida de naipes, pero había dejado el juego un momento, sin duda para brindar. Una jarra grande estaba pasando de mano en mano y los vasos se llenaban de cerveza una y otra vez.
El señor Pilkington, de Foxwood, se puso en pie, con un vaso en la mano. Dentro de un instante, expresó, iba a solicitar un brindis a los presentes. Pero, previamente, se consideraba obligado a decir unas palabras.
Era para él motivo de gran satisfacción, dijo, y estaba seguro que también, para todos los asistentes, comprobar que un largo periodo de desconfianza y desavenencias llegaba a su fin."
(...)
"Doce voces estaban gritando enfurecidas, y eran todas iguales. No existía duda de lo que sucediera a las caras de los cerdos. Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién."


George Orwell "Rebelión en la granja"

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